lunes, 29 de octubre de 2012

Alberto Garzón: intuición ante la crisis de régimen

Alberto Garzón es una de las personas de la izquierda que mejor está sabiendo leer la crisis política, de régimen, que estamos viviendo. Al menos de entre las personas con mayor relevancia pública.

Porque hay sectores en IU, y en otras izquierdas,que o bien niegan la existencia de una crisis política o se limitan a afirmar que no va con ellos y que, por tanto, es un error apuntar a las instituciones democráticas y no solamente a los partidos que hacen un mal uso de ellas. Por eso es especialmente loable que alguien como Alberto no mezcle churras con merinas y entienda que no hay contradicción entre su acta de diputado y afirmar que el Congreso ha perdido legitimidad. Ni la hay a la hora de sumarse al 25S, como no dudó en ningún momento y como no la tuvieron finalmente ninguno de los miembros del Grupo de Izquierda Plural. Porque lo que la gente denuncia es lo que siempre dijimos, que llamamos democracia a un gobierno representativo imperfecto, absolutamente condicionado por el poder económico, que no responde a las verdaderos intereses de la mayoría, aunque tengan un respaldo electoral que las legitima formalmente. Participar críticamente en las instituciones no es un problema para entender el "no nos representan" ni el "lo llaman democracia y no lo es", todo lo contrario. Como bien apunta, "no cabe respuesta en el marco institucional previo, es decir, no es posible pensar en términos de algo que ya no existirá por más tiempo. Y esto la derecha económica lo sabe perfectamente".

Al entender el problema en su complejidad, Alberto (y otra mucha gente) no ha tenido problemas a la hora de apoyar acciones de desobediencia como las del SAT de este verano, como "faltas tácticas" que asumen el posible castigo y permiten denunciar políticamente la inmoralidad del sistema. Un sistema que, cada vez más, se asienta sobre una dictadura de los tecnócratas, que nos impone el pago de una deuda que no es nuestra y que sabe que solo puede mantenerse en pie mediante una dura represión policial de toda disidencia. Por eso, la salida a la situación no la plantea en términos meramente de resistencia o de vuelta a tiempos pasados, sino en clave rupturista, radicalmente democrática, de nuevo proceso constituyente.

Alberto analiza magistralmente la situación objetiva de nuestra economía, huelga decirlo. Pero en ese terreno casi siempre nos hemos defendido bien. En lo que fallamos hace ya mucho es en entender qué es lo que activa, lo que moviliza, la relación entre la situación objetiva y la reacción subjetiva de la gente. Ahí está demostrando (aunque no solo él, desde luego) mucha más inteligencia que otra gente que observa con temor la indignación ciudadana y la confunde con antipolítica solamente porque se expresa en términos muy primarios. Al parecer, esperábamos pasar de la atonía social a calles tomadas por miles de personas con libros de Gramsci bajo el brazo. Alberto está sabiendo leer la potencia de esa multitud de voces en sus distintas expresiones: supo entender que el 15M ha sido un cortafuegos para evitar la canalización del malestar en torno a respuestas populistas totalitarias.

Esa intuición política, más allá de su excelente formación económica y su frescura en el trabajo institucional, sin duda va a ser fundamental para conseguir una izquierda audaz, a la altura de los tiempos que nos ha tocado vivir.

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